Alcoholismo y violencia doméstica
Dolor y confusión que acompañaron la infancia de Pedro
Cuando era niño y casi por accidente, Pedro descubrió que el hombre a quien llamaba padre no era su verdadero progenitor y esta revelación le causó un gran impacto emocional y sumió su infancia en una profunda confusión: "De repente, todo lo que creía saber sobre mí y mi familia se desmoronó", comentó en su participación en el podcast "La alegría de vivir en sobriedad", conducido por el Psic. Enrique Corral.
Este descubrimiento fue solo el comienzo de una serie de eventos que marcaron su vida. Pedro creció en un ambiente de violencia, donde su madre ejercía una conducta agresiva y su padrastro lidiaba con el alcoholismo. "Era como vivir en una tormenta constante. No sabía cuándo vendría el próximo estallido", recuerda.
Este entorno, lejos de brindarle la seguridad y el amor que necesitaba, afectó profundamente su desarrollo emocional, plantando en él semillas de inseguridad y temor.
Contó que desde muy pequeño sintió el rechazo de su madre, una mujer, que según él, nunca le expresó amor. "No entendía por qué, pero siempre sentí que no era suficiente, que no era querido", recordó con tristeza. Este sentimiento de rechazo lo acompañó durante toda su vida, erosionando lentamente su autoestima y llevándolo a buscar consuelo en caminos peligrosos.
No fue sino hasta los 40 años que Pedro probó la cocaína por primera vez. Ocurrió en un taller de carpintería, un lugar que se suponía sería un refugio, pero que terminó siendo el escenario del comienzo de su adicción: "ya consumía mucho alcohol, llegó la cocaína y después el ice", admitió.
Años después, cuando su vida se encontraba en un punto crítico, Pedro tomó una decisión difícil: admitir a su madre que tenía problemas con las drogas. Fue un momento de vulnerabilidad y honestidad que marcó un cambio en su vida: "No fue fácil, pero sabía que tenía que decirlo. Necesitaba ayuda, aunque no estaba seguro de dónde encontrarla", reflexionó.
En su camino hacia la recuperación, Pedro se dio cuenta de que su consumo de drogas era un síntoma de problemas más profundos. No se trataba solo de la sustancia; era su forma de lidiar con el dolor y la confusión acumulados desde la infancia. Esta introspección lo llevó a buscar ayuda, reconociendo que necesitaba trabajar en sí mismo para sanar de verdad.
La intervención de un psicólogo fue crucial en su proceso de recuperación. Con su apoyo y retroalimentación, Pedro comenzó a hacer cambios significativos en su vida: "Empecé a ver las cosas de otra manera, a entender que no todo estaba perdido", comenta con una nueva esperanza en la voz.
Decidido a cambiar, Pedro se comprometió a quedarse en un centro de rehabilitación por dos años. Fue una decisión difícil, pero necesaria: "Me di cuenta de que mi vida valía la pena, pero tenía que hacer un esfuerzo real para cambiar".
Durante su tiempo en rehabilitación, Pedro también reflexionó sobre el impacto de sus acciones en los demás. "Destruí una familia. Mis decisiones no solo me afectaron a mí, sino a las personas que me rodeaban", reconoce, señalando que este entendimiento fue un detonador para su deseo de dejar las drogas.
A medida que avanzaba en su proceso de recuperación, Pedro empezó a escuchar, quizás por primera vez en su vida, que él valía la pena como persona. Esta afirmación, repetida por quienes lo apoyaban, le ayudó a reconstruir su autoestima y a sanar su relación con Dios. "Finalmente, empecé a creerlo. Empecé a valorarme, y eso lo cambió todo", concluyó.
La historia de Pedro es un poderoso testimonio de que, incluso en las circunstancias más difíciles, la recuperación es posible. Con el apoyo adecuado, como el brindado por la comunidad terapéutica Misión Zoe, Pedro ha logrado transformar su vida y ahora busca inspirar a otros que, como él, alguna vez se sintieron perdidos.