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El Sistema de Recompensas y las Adicciones.



El cerebro humano es una maravilla de la biología, y uno de sus componentes más fascinantes es el sistema de recompensas, que resulta esencial para nuestra supervivencia, ya que nos motiva a realizar actividades que son beneficiosas para nosotros, como comer, socializar y reproducirnos.

Cuando participamos en estas actividades, nuestro cerebro libera neurotransmisores, siendo la dopamina uno de los más importantes, que nos hacen sentir placer y satisfacción, sin embargo, este mismo sistema puede ser el responsable de la trampa de las adicciones.

Se trata de un conjunto de circuitos neuronales que se activan cuando experimentamos algo placentero y no solo refuerza comportamientos positivos, sino que también puede ser alterado por el consumo de sustancias psicoactivas.

Cuando una persona consume drogas, la liberación de dopamina puede ser hasta 100 veces mayor que en situaciones normales, lo que provoca una sensación de euforia intensa pero esta sobrecarga de dopamina puede llevar a una desensibilización del sistema, haciendo que las actividades cotidianas ya no produzcan el mismo nivel de placer.

La adicción no es simplemente una elección; es una conducta aprendida pues a través del consumo de sustancias, las personas asocian el uso de estas con recompensas inmediatas. Con el tiempo, el cerebro aprende que el consumo de drogas es la única forma de alcanzar ese nivel de placer, lo que lleva a un ciclo de consumo compulsivo.

A pesar de las consecuencias negativas que pueden surgir, como problemas de salud, relaciones deterioradas y dificultades económicas, la persona sigue buscando la sustancia, recordando sólo el placer que una vez experimentó.

Una de las realidades más tristes de la adicción es que, con el tiempo, el placer que se obtiene del consumo disminuye: La primera vez que una persona consume una sustancia, la experiencia puede ser increíblemente placentera pero a medida que se repite el consumo, la persona necesita aumentar la dosis para intentar recuperar esa sensación inicial, lo que crea un ciclo de tolerancia, donde el placer se vuelve menos duradero y las consecuencias se vuelven cada vez más perjudiciales.

Para aquellos que están en proceso de recuperación, es fundamental recordar el sufrimiento y las consecuencias negativas que el consumo de sustancias ha traído a sus vidas. Esta reflexión ayuda a asociar el consumo con experiencias dolorosas, lo que puede ser un poderoso motivador para evitar recaídas.

En los centros de rehabilitación, se trabaja en actividades que fomentan esta conciencia, ayudando a los individuos a reconectar con su dolor y a replantearse su relación con las sustancias.

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